Se ha hecho mucho , pero no se ha hecho nada. Se encontraba tan negra la cosa y tan desahuciado el enfermo que la mejora experimentada en las últimas semanas no le ha separado de la uci pero sí le ha aferrado a la vida. La cuestión es que el Real Zaragoza volvió cuando ni el desfibrilador parecía con la capacidad de reactivar su corazón maltrecho. La cuestión en este momento es corroborar que lo ha hecho para quedarse.
Para esto , el renacido aparato aragonés deberá sacar adelante su compromiso ante un Leganés que viene con su técnico, Paco López, en cuestión y lejos de donde se suponía que iba a estar un cuadro madrileño que, como cualquier recién descendido que se precie, figuraba entre los principales aspirantes al ascenso. La fortaleza de los pepineros radica , eminentemente , lejos de Butarque. Fuera de casa, el Leganés es tan alarmante como dócil en su estadio, donde solamente ha sumado cinco de los 18 puntos que acumula en este momento en su casillero. Solo un partido ha perdido como visitante una escuadra que se presenta en el Ibercaja Estadio dispuesta a frenar al mejor Zaragoza del curso tras rencontrarse con la victoria y, aún más importante , consigo mismo.
Sellés consiguió lo que parecía irrealizable , pero el técnico valenciano es siendo consciente de la necesidad de dotar de continuidad a un estado que pide no achicar un ápice el nivel de intensidad, energía y rasmia. Es ahí donde el presente Zaragoza se distancia a años luz del anterior y es ese exquisito fragor en la batalla lo que le deja firmar gestas impensables hasta ahora como remontar un partido con un jugador menos a lo largo de 80 minutos donde absolutamente nadie había sido capaz de ganar hasta ahora. Semejante subidón de autoestima y de confianza , obviamente , trae consigo una ingente dosis de fe. Aun de optimismo, más o menos moderado. La cuestión es que el Zaragoza de Sellés ofrece algo a eso que agarrarse con uñas y dientes cuando hasta hace bien poco no había nada. No promesa.
Como en toda mejoría , la gran amenaza en este momento es la recaída, lo que supondría no solo distanciarse nuevamente de la vida sino un golpe anímico colosal tanto para el aparato como para su gente, tan ávida de buenas noticias como recelosa de que la mayoria de las veces sean fugaces. En este momento que parece haber pasado lo malo , tropezar y regresar a caer en plena escalada borraría de un plumazo ese esbozo de sonrisa que asoma en la cara del zaragocismo, que se prepara para envolver el Ibercaja Estadio en pasión y fuerza pese a un horario (14.00 horas) inglés en el que el bocadillo da un paso adelante.
No hará cambios Sellés en el once alén del retorno de Radovanovic, sancionado en Eibar, para acompañar a Insua en el centro de la zaga. El gallego, cuya baja se daba por segura tras retirarse en el primer tiempo del duelo disputado en Ipurua, no está lesionado, así que todo apunta a que el entrenador va a poder tener su pareja preferida. Salvo sorpresa, el resto van a ser exactamente los mismos que formaron en la foto en Eibar, donde Andrada es ya persona non grata tras una exhibición que le consolida de lo hermoso en el marco. Aguirregabiria y Pomares seguirán en los laterales, y Guti y Keidi en la salón de máquinas a fin de que Valery y Francho se repartan los costados. Soberón y Kodro parecen destinados a seguir siendo la pareja atacante , si bien parece que a Sellés le seduce poco a poco más la iniciativa de entregar la titularidad a Bakis, aunque la Copa asoma como el escenario más propicio y probable para ello.
Los leganenses, que se reencuentran con Txema Indias, director deportivo del club madrileño hasta el pasado verano, se muestran con las bajas afirmadas de Lalo, Rubén Peña y de Rubén Pulimentado , todos ellos por inconvenientes físicos, y tras perder tres de sus cuatro últimos encuentros.
La igualdad preside los enfrentamientos previos entre ambas escuadras. El Leganés se impuso en cuatro de los 14 duelos si bien , indudablemente , el que más escoció al zaragocismo fue el que abrochó la 20-21 y que concluyó con 0-5 para los pepineros para cabreo enorme del entonces técnico zaragocista Juan Ignacio Martínez y de una afición que acudirá al estadio con aquella frase de Luis Aragonés metida en la cabeza y que definía el fútbol perfectamente : ganar, ganar y regresar a ganar.